El paseo

ADOQUINES - 2 - El proyecto de ley propone declarar 'patrimonio cultural de la Ciudad' a las calles empedradas con adoquines de granito por su valor histórico.

Caía la tarde cuando salió de casa. Aún quedaba algún rayo de sol tenue, como recuerdo de un día realmente hermoso. Enseguida se arrepintió de haber dejado su paseo para aquella hora, por la mañana habría disfrutado de la luz brillante y el ambiente limpio de la primavera recién estrenada.

Subió por aquella calle empinada curvando su cuerpo hacia adelante y sintiendo los adoquines en cada paso, concentrándose en sus pies, permitiendo así que su mente se alejara de problemas y decisiones. Sólo quería caminar por la ciudad, mirar las caras de los transeúntes y descubrir los nuevos objetos colocados cuidadosamente en los escaparates vecinos.

Llegó a la cima un poco jadeante y saludó sin gracia al dependiente de la frutería que la miraba mientras intentaba colocar las manzanas en forma de pirámide truncada.

Se paró frente a la bodega para ver las diferentes etiquetas de vinos y licores perfectamente alineadas en el espacio en venta de aquella ventana. Las botellas lucían altivas, elegantes, distinguidas, a pesar de que el interior de algunas no invitaba justamente a la belleza una vez consumidas.

En el semáforo dudó si seguir hacia adelante o desviarse a la derecha, donde se encontraba aquella parte de su nuevo barrio que aún le era desconocida. Al fondo distinguió una plaza adornada con algunas mesas de bar vacías y un parque infantil un tanto ajado. Lo cruzó y descubrió una peluquería, una panadería y un pequeño supermercado de productos exóticos.

Pensó en aquella receta que tenía guardada y que contenía uno de esos ingredientes de nombre impronunciable. Quizá allí lo vendieran. Tendría que entrar a mirar. Pero pasó de largo.

Se distrajo con un perro ligado a su amo que hacía pipí en una esquina. Oyó parte de una conversación entre dos vecinas que se preguntaban por sus familias después de un tiempo sin verse. Siguió con la mirada los pasos de aquel hombre que cruzaba la calle encorvado por la severidad de la edad. Revoloteó con un papel que parecía contener un número de teléfono viajero. Saludó a los pájaros que trinaban alocados en la copa de un árbol insulso. Se metió la mano en el bolsillo para juguetear con sus llaves… y entró de nuevo en casa.

Acerca de filigranasafiladas

Sólo estoy aquí para sentir y escribir lo que siento
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