No tengo sueño… así que cojo el coche y me dirijo a tu casa. Te subes, me alcanzas con un beso y, de repente, nos encontramos en un camino de tierra seca que se adentra en un bosque de sabinas, almendros, algarrobos y olivos milenarios. Es «hora baixa» y el sol juguetea al escondite entre las casas de piedras antiguas, esquinas redondeadas y gruesas paredes encaladas que observan nuestro paso. El camino serpentea adornado por la voz de los pájaros que se reúnen a dormir y la retama que amarillea el polvo levantado. Un recodo más y ahí aparece ella… amplia, elegante, siempre majestuosa. Su tronco parece retorcido a propósito para darnos la bienvenida y sus hojas teñidas de historia le susurran a la brisa que ya llegamos. Siento de nuevo unas irreprimibles ganas de abrazarla y besarle los años, de volcar mi admiración y caricia en su enramado casi imposible, cargado de hijos madurando. Es Blanca, la higuera más hermosa de la tierra de mi descendencia. Aquí te he traído, a este lugar de esta isla… mi preferido.
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un placer poder acompañarte en este viaje.